LITERATURA SAPIENCIAL II

Libro de los Proverbios. 

17Está compuesto fundamentalmente por extensas colecciones de varias sentencias cortas y opiniones que alguien tiene o sigue, que encierran un contenido espiritual, social, ético y moral; y siempre llevan una enseñanza sencilla de la experiencia humana, fundadas en observaciones comunes, las que puede ser o no una afirmación teológica. Están recopiladas por personajes de la antigüedad hebrea, y son enseñanzas de inspiración más bien religiosa y moral, mayormente expresadas por medio de imágenes evocadas o sugeridas, que reclaman un esfuerzo de reflexión para desentrañar sus contenidos y ser comprendidas. Por eso, está destinado a lectores inteligentes y con cierta preparación.

La Vulgata, la traducción de la Biblia al latín, lo llama Proverbia, término que restringe el sentido original de la palabra hebrea al de refrán o máxima, y el libro es algo más. En el AT se ubica entre el libro de los Salmos y Eclesiastés, y en los Ketuvim (Escritos) entre los libros de Job y Rut. Las discusiones en ámbito judío sobre su canonicidad acabaron tras el Concilio de Jamnia, una supuesta reunión de rabinos en esa ciudad judía después de la destrucción del Templo (70 d. C.), aunque hoy no se considera probado que dicha asamblea existiera. En ámbito cristiano, no se negó tanto su pertenencia al canon, como la consideración de que su contenido versaba sobre prudencia humana, aunque en siglos posteriores algunos autores como Spinoza y Leclerc han negado también su canonicidad.

Aunque el libro se escribió en el antiguo Israel, de la doctrina predicada en este libro es frecuente encontrar fiel reflejo en no pocos de los refranes que empleamos hoy en nuestras lenguas y culturas modernas, y sus mensajes siguen siendo relevantes en el mundo de hoy, pues las verdades que expresa son incuestionables para la persona con experiencia, y la mayoría de sus consejos no han perdido su validez a pesar de los miles de años transcurridos. El libro contiene muchas declaraciones breves pero sabias acerca de cómo vivir una vida piadosa; conociendo las enseñanzas de este libro, se aprenderá Sabiduría que permitirá acercarse al Señor, pues ayudarán a conocer la importancia de procurar sabiduría y de confiar en Dios (1,7).

13Además de su continua repetición de fórmulas casi idénticas, el libro contiene numerosos consejos y órdenes muy terrenales, que no parecen tener relación alguna con un mensaje divino, y abarca tanto los caprichos de la naturaleza humana como la conducta básica de la persona justa; ideas de la vida y de la relación entre la persona y Dios simples y terrenales. La idea de que el Hombre ha sido llamado al servicio de Yahvé no lo dispensa de actuar con sabiduría en los asuntos de menor rango, porque las virtudes naturales y la sabiduría de la tierra, el campo y la familia están en la raíz misma de la santidad. Por eso, expresan verdades sobre la naturaleza humana y las consecuencias de comportamientos justos e inicuos y casi todos los aspectos de la vida en general; unas señalan lo que se ha de hacer, otras, en cambio, lo que no debe hacerse. Y así se recomienda la justicia, la prudencia en el hablar, la caridad y la búsqueda de la Sabiduría, así como se fustiga la violencia, la ira, la cólera, la infidelidad, la confianza imprudente, el fraude en pesos y medidas y la mentira, entre otras vilezas.

Sin embargo, aunque se exprese un cierto conocimiento práctico que permita alcanzar la felicidad, y aunque una parte de su contenido no esté por encima del plano de la sabiduría mundana, otra parte es profundamente espiritual y se centra en la relación debida del hombre con Dios, y es que la sabiduría expresada en los libros sapienciales nunca deja de lado la fe en Yahveh, mostrando así su profundidad religiosa antes que práctica o moral. La línea argumental del libro se basa en el concepto de Sabiduría que se expresa en los libros Sapienciales: el sabio, que se presenta ante el pueblo como una persona que proviene de Dios y habla en su nombre; por eso, el sabio comparte algunos de los atributos de Dios, y en ocasiones, Dios mismo asume el papel de sabio, como creador del mundo y organizador de la moral. Todo el texto está en ello y se da por sentado que “el principio de la sabiduría es el temor de Yahveh” (1,7; 9,10). Por eso, la sabiduría de los Proverbios son las enseñanzas de la filosofía teológica que enseñan al hombre a ser como los sabios y a vivir en consecuencia.

No se sabe exactamente cuándo ni dónde se escribió Proverbios; tradicionalmente se atribuyen  a “Salomón, hijo de David, rey de Israel” (1,1; 10,1; 25,1; 1 Re 4,32), y es probable que muchos de ellos vinieran de las tradiciones orales que existían antes de Salomón, y los sabios que los escribieron lo hicieron como transmisores y depositarios de la sabiduría de sus antepasados; muchas fuentes usadas por estos sabios son los textos de los profetas, buscando la forma de transmitirla hasta sus días. Si este trabajo no se hubiera efectuado, estas antiguas tradiciones nos serían ajenas por entero. Los capítulos 10 al 22, 16 y 25 al 29, si no son de Salomón, al menos se puede demostrar el uso que en ellos se hace de géneros literarios más arcaicos; además, se hacen menciones a la vida cortesana que no podrían provenir de tiempos posteriores dado que el índice de esplendor y de florecimiento no será igualado en los reinados posteriores. Seguramente, la compilación inicial de Proverbios se llevó a cabo durante el gobierno del rey Salomón en Jerusalén, entre 1015 y 975 a. de J.C. 

19Pero algunos proverbios se agregaron después del tiempo de Salomón: los capítulos 25–29 se añadieron en los días del rey Ezequías de Judá (25,1). También se encuentran algunos arameísmos que complican la datación o, al menos, dan cuenta de ciertos retoques o añadidos posteriores. Por eso, aunque a Salomón se le considere el autor de muchos de los proverbios, es mejor pensar en este libro como una biblioteca de la sabiduría de los israelitas, pues proviene de la experiencia humana y de su sabiduría, a través de las cuales se manifiesta la revelación divina. Suelen expresarse, como otros conceptos de la pedagogía bíblica, en forma de comparaciones, expresiones agudas, relatos enigmáticos o ritmos verbales.  No se sabe cuándo el libro cobró su forma final.

Proverbios se escribió en forma de poesía, y en él se emplean muchas de las técnicas comunes de la poesía hebrea (imágenes realistas, paralelismo y otros recursos literarios) para guiar al lector en la búsqueda de la sabiduría. Los versículos introductorios del libro expresan este tema central: “Oirá el sabio y aumentará su saber… los insensatos desprecian la sabiduría y la disciplina” (1,5, 7). Como los proverbios tratan temas tan variados, un versículo de Proverbios a menudo no tiene relación con los versículos anteriores o posteriores; sin embargo, los lectores pueden encontrar dentro de Proverbios muchos pasajes que son sencillos, humorísticos, profundos y hermosos. Un pasaje muy conocido describe tiernamente los atributos de una mujer virtuosa y declara que ella es mucho más valiosa que las piedras preciosas véase (31,10–31).

Los Proverbios, como la mayoría de la literatura sapiencial de Israel, demuestran en varios pasajes que los sabios que los escribieron (o Salomón mismo) tenían un fuerte contacto y un profundo conocimiento de la literatura sapiencial de Oriente y especialmente de Egipto. A pesar de ello, la adaptación a la mentalidad y el espíritu hebreo es perfecta, ya que no traicionan en ningún momento la estructura tradicional judía, su estilo ni su vocabulario. Otra característica es cierta tendencia a personificar o achacar a la sabiduría acciones humanas.

18Por último, para comprender acabadamente la literatura de este período se debe entender el punto de vista de los sabios y Salomón; a saber: la revelación cristiana, con su bien y su mal, su justicia y su pecado, son muy posteriores a su época, y el concepto de recompensa y castigo en el más allá les era completamente desconocido. Es por ello que los estrechos límites de sus enseñanzas parecen insuficientes desde el punto de vista de la religión y la moral cristianas modernas.

Es muy difícil clasificar el contenido del libro, porque no ha podido encontrarse ningún orden lógico en la secuencia de proverbios que contiene. El orden de las secciones es indiferente a los contenidos, y dentro de cada una de ellas no se advierte ningún método. Se puede dividir el libro de los Proverbios en cuatro secciones: un prólogo, dos series de colecciones de proverbios y un epílogo que termina con las alabanzas a la mujer fuerte y virtuosa, que es más valiosa que las riquezas del mundo; ella venera a Yahvé y es diligente, generosa, sabia y amable.

El prólogo (1-9) consiste en un largo discurso que se interrumpe dos veces para insertar arengas que provienen de la Sabiduría; son proverbios que contienen una invitación poética al lector para procurar y adquirir la verdadera sabiduría. Exponen la naturaleza del conocimiento, del significado de la vida y de la ruta del éxito. Aparece la sabiduría divina personificada. Para los cristianos cuando se habla de la sabiduría de Dios se refiere al Verbo de Dios.

Las dos grandes colecciones (10-22 y 25-29) muestran la forma antiquísima del proverbio tradicional; aunque la redacción actual es muy posterior. Son reglas de comportamiento y diversas sentencias, proverbios que constan de muchos dichos cortos acerca de la forma correcta e incorrecta de vivir. Ofrecen consejos prácticos acerca de la vida familiar, control de la ira, los peligros del orgullo y varios temas más, como la templanza y la pereza. Se termina con las palabras de Agur y del rey Lemuel. Agur le advierte al lector que “toda palabra de Dios es pura” (30,5), y habla de los peligros de la hipocresía. El rey Lemuel recita las palabras de su madre que lo advierten contra la bebida fuerte. Incluyen el tema de la Sabiduría de Dios, proverbios numéricos, y consejos a los reyes.

21

Libro del Eclesiastés.

Es otro libro sapiencial, a veces conocido como Libro del Predicador (en griego Ekklesiastés y en hebreo Qohéleth) “asambleísta» o congregacionista”, y por eso abreviado como Qo, Ec o Ecl. En el ordenamiento del AT, el Eclesiastés sigue a los Proverbios y precede al Cantar de los Cantares, mientras que entre los Ketuvim (o los «Escritos») del Tanaj judío se encuentra entre esos dos mismos libros, pero en orden inverso: entre el Cantar y Proverbios. No debe confundirse con el Libro del Eclesiástico, el cual es otro libro sapiencial, de nombre similar

El narrador se llama a sí mismo Qohéleth que significa literalmente el hombre de la asamblea o representante o tribuno de la asamblea del pueblo, que, cansado de las ideas dominantes, se decide a tomar la palabra. En el Tanaj es el nombre que se da al libro. La traducción griega lo llama Ekklesiastés, que significa miembro de la congregación o de la asamblea (ecclesía), y de ese título se deriva el título español Eclesiastés. Ha sido traducido a partir de Lutero como el predicador o el orador, la persona que expone un tema ante una audiencia. Pero una traducción más aproximada de Qohéleth es “el congregador”, lo que señalaría a Salomón e indicaría con qué propósito escribió el autor el libro.

15El autor se llama a sí mismo hijo de David y rey en Jerusalén (1,1), y por eso atribuido, al igual que el Libro de Proverbios, al rey Salomón, y lo sitúan en su vejez,​ cuando su filosofía había sido enriquecida por filosofías foráneas. (1Re 10,23-24). Hoy se niega esta autoría, comentando que se atribuía a Salomón cualquier obra filosófica eminente de la que se desconocía el autor. Además, el estilo literario y el uso de la lengua lo sitúa en tiempo del persa Ciro. Otro argumento es que el autor explicita que en el momento de escribir el libro ya no era rey “fui rey en Jerusalén» (1,12). Quienes defienden esa autoría sostienen que su comentario «fui» es una figura retórica o poética. Actualmente la mayoría de los eruditos comentan que conocer la fecha y autoría del libro con certeza es imposible por falta de evidencias históricas.​ Las primeras dudas de la autoría salomónica del Eclesiastés fue en el siglo XVII, al encontrarse que en el texto hebreo hay muchas palabras que solamente se encuentran en Daniel y Esdras. A finales del XIX se probó que el hebreo del texto no corresponde a la época de Salomón y es posterior al exilio.​

 Qohélet  parece un hombre ilustrado; conoce lo que pasa fuera de Israel, ha viajado y ha estado en profundo y prolongado contacto con el helenismo. Esto es claro, es más difícil establecer con cuál de las tres grandes corrientes de pensamiento helénico simpatiza: no se sabe si fue cínico, epicúreo o estoico. Algunos sostienen que el libro estaría compuesto por una base original a la que se han ido añadiendo diversas partes. Ya el epílogo, por el modo en que menciona al autor, sería de redacción posterior. Otros refranes que echan mano de cierta métrica muestran quizás la intervención de otro autor. Sin embargo, los indicios no son suficientes todavía como para afirmar con certeza la diversidad de autores.

La lengua del escrito es ya fuertemente arameizante, con términos que provienen del lenguaje común de la calle o el mercado y con algunos préstamos del persa (como pardes: jardín, huerto, parque; medina: provincia, distrito, barrio), en tanto que las reflexiones corresponden más bien a un fondo helénico. Se han encontrado fragmentos del Qohélet en las cuevas de Qumram. Estaba en el canon judío para el siglo I d. C. y aunque se elevaron dudas en ese ámbito, el Concilio de Jamnia las disipó. En el ambiente cristiano, pocos se han opuesto a la canonicidad del libro.

16Qohélet, con un tono marcadamente existencial se pregunta cómo afrontar la vida, ya que nada en ella es seguro excepto la muerte. La incertidumbre de la existencia es el centro de sus reflexiones: sobre la fugacidad de los placeres, la incertidumbre del saber humano, la recompensa de los esfuerzos y bienes poseídos, la caducidad de todo lo humano y las injusticias de la vida. Invita a disfrutar de la vida, pues nunca podemos estar ciertos de qué nos deparará, y también las alegrías son un don de Dios. Recomienda aceptar con serenidad las desgracias y la adversidad, que también son tan pasajeras como lo es todo en la vida humana. La injusticia que con frecuencia domina lo humano, el valor de la sabiduría a pesar de sus inevitables límites, lo inútil de todo afán del ser humano que necesariamente concluye con la muerte, son algunos de los temas intemporales sobre los que reflexiona.

Eclesiastés formula tópicos universales del desengaño: Cualquier tiempo pasado fue mejor, Vanidad de vanidades, ¿Dónde están quienes vivieron antes que nosotros?, Nada nuevo bajo el sol…; pero el principal tiene que ver con el carpe diem: disfruta del día y el momento, aprovecha lo que la vida te ofrece para equilibrar el dolor. Quizás el mejor extracto de esta propuesta existencialista se encuentre en 9,7-10 y resuena en «Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad» (12,8); nada tiene sentido.

 Qohélet enseña que la vida humana está abocada sin remedio a la muerte y a finitud, y, ya que el conocimiento añade dolor, el pensamiento de la muerte enseña a vivir sin temor la propia condición de criatura, esto es, de ser finito y limitado; la auténtica culpa existencial consiste en la no aceptación de la finitud del ser, en la desesperación que surge por no poder llegar a ser como Dios, en amargarse la existencia en la infinitud del miedo de morir. Cuando la persona se reconoce y acepta frente a Dios como criatura finita y mortal, conquista la libertad de disfrutar de la vida y de sus dones sensacionales. Se señala a menudo la conexión con el libro de Job, y la pregunta por la justicia, o por el sentido del sufrimiento, que Job plantea, tiene un contexto de creencias semejante. Así, al final del libro de Job, éste, al depositar su confianza en Dios, alcanza una vida larga y próspera y mucha descendencia, la máxima expectativa de un ser humano.

20El Eclesiastés ha sufrido variadas críticas, que surgen exclusivamente de juzgar fuera de contexto y en forma aislada algunas de sus afirmaciones. Así, se lo ha acusado de pesimista, escéptico y hedonista. Estos así llamados «errores» desaparecen cuando se contempla a Qohélet en el marco de la sociedad, la religión y la filosofía de su época, ya que el libro se adapta muy bien a la doctrina hebrea de aquel tiempo, y a los principios éticos y morales del judaísmo y cristianismo sin contradecirlos en nada. No es infrecuente que desde posturas cristianas se eche en falta en Qohélet un sentido de la trascendencia de la vida más allá de la muerte, aunque se hace referencia a la trascendencia espiritual en 12,7, y va abriendo la mente de la gente a que habrá una vida eterna futura.

La estructura del Eclesiastés formada por una serie de 35 apartados sin conexión, se presenta como difusa. La Biblia de Jerusalén propone esta división:

I Parte (1-6): Título y prólogo sobre el hastío. Cuatro decepciones: la gran vida, la condición mortal, el individuo en la sociedad y sátira del dinero y la riqueza.

II Parte (7-12): Prólogo sobre la risa. Otras cuatro decepciones: sanción en esta vida, insatisfacción del amor, caprichos de la fortuna, y la senectud.

PARA IR A LA PRIMERA PARTE PINCHA EN LA IMAGEN.

22

 

Esta entrada fue publicada en ENTENDER LA BIBLIA y etiquetada , , , , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.