ORDINARIO 17º A. Ganar tesoros es el sueño de muchos, a pesar de que pocos lo consiguen y los sacrificios que cuestan.

Resumen y esquema del texto:

11En este domingo 17º Jesús continúa hablando del Reino con parábolas; son las cuatro que finalizan el Discurso de las parábolas (Mt 13): el tesoro escondido, el mercader que busca perlas, la red de pesca y el hombre que saca del arca, y con las que enseña a valorar lo que realmente enriquece la vida y a descubrir la coexistencia de lo bueno y lo malo en nuestras acciones. Jesús sabía que siempre hay gente ávida de riquezas y capaz de despojarse de todo para poder conseguir más (tesoro escondido y la perla de gran valor). Y conocía a gente que considerándose perfectos, se creían, por ello, aptos para juzgar y condenar a los demás (la red llena de toda clase de peces), y desinteresados por la novedad de Jesús (el padre que saca del arca lo viejo y lo nuevo).

En aquellos tiempos no era extraño desenterrar tesoros en lugares insospechados; cambios políticos, ladrones, soldados, y la inseguridad, animaban a enterrar dinero y joyas, dado que no existían bancos seguros. Una persona podía morir llevándose a su tumba el secreto, o gente dejaba su hogar sin volver; el te­soro quedaba para el afortunado que lo encontraba pues la ley judía proveía que era para él. Y como hoy, era normal que la gente deseara tener una bella perla, no sólo por su valor monetario, sino por el placer de poseerla. Como es habitual, Jesús no explica la parábola, y “quien tenga oídos que oiga” (Mt 13,9.43). Es decir, lo habéis escuchado, ahora, tratad de entenderlo.

10Estas parábolas invitan a tomar una decisión rápida y tajante; por eso, la actitud ante el descubrimiento del Reino no puede ser otra que la de los discípulos, que lo dejaron todo para seguir a Jesús, aunque es posible rechazar su oferta, como hizo el joven rico (19,21-22). Tampoco los oyentes de Jesús parece que conocieran la importancia del momento, y de la necesidad de tomar una pronta y decisiva determinación de entrar en el Reino; aparece ante sus ojos la gran riqueza del Reino, e insensatamente dejan pasar la ocasión.

Una división del texto para ayudar a la lectura de quien quiera seguir profundizando:

Vv.44-46. El tesoro escondido y la perla encontrada. Son parábolas de descubrimiento, alegría y acción; expresan la misma idea con una serie de elementos, unos paralelos y otros diversos. Se trata de que algo muy valioso ha aparecido en la vida de la persona y puede cambiarle la vida; la persona se anima, es capaz de renunciar a lo demás, y venderlo para poder comprarlo; ningún precio es demasiado alto. Quien se encuentra con la Palabra y es capaz de hacerse consciente de su gran valía, hace todo lo posible para conseguirlo: «todo lo tengo por pérdida ante el sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien he sacrificado todas las cosas, y las tengo por basura con tal de ganar a Cristo y encontrarme con él» (Fil 3,8s).

En la primera, casi sin quererlo y por casualidad, una fortuna cae en las manos. En la segunda, el encuentro es fruto de esfuerzo y búsqueda; el mercader ha ido tras la perla a propósito hasta que se la encuentra. Parece que Jesús quiere decir que el Reino tiene de los dos casos: lo recibimos gratuitamente, pero al mismo tiempo es fruto de un esfuerzo; una vez descubiertas las exigencias del Evangelio en todo su valor, hay que tomarlas con alegría y radicalidad, pues gracia no significa gratis, sino que requiere colaboración. No habrían obtenido el tesoro si no hubiesen estado dispuestos a pagar su precio.

23Sea encontrado o por casualidad, se trata de dejar que el Reino, una vez encontrado, nos robe el corazón, nos llene de alegría, para que sea ésta, y no el deber, la que nos capacite para venderlo todo e invertirlo en la compra de ese bien, aunque lo abandonado sea bueno, al menos no malo de por sí. Es la conversión, el cambio de orientación de la propia vida en un clima de alegría. No venden todo para comprar el tesoro porque han de hacerlo, sino porque la alegría en sus corazones lo exige. Así, la alegría producida por el valioso descubrimiento de encontrar a Jesús y el Reino en nuestra vida, mueve a dejar atrás, sin pensarlo y sin demora ni condiciones, nuestro anterior estilo de vida, para tener un cambio de actitud y renovado estilo de verla y vivirla.

Así, seguir a Jesús no significa sacrificio sino alegría que nos preparare para transmitir a otros el valor tan precioso que nos acompaña: el Reino, asumiendo dificultades y costes de adquisición; nadie está triste por ello, y todos rebosan alegría por su descubrimiento y la posesión de tal riqueza. Hay quien cree que ha encontrado el Reino, y que ha renunciado por él, pero tiene la cara y la actitud del que parece que lo que ha encontrado no ha valido la pena, que ha hecho un pésimo negocio o incluso que ha sido estafado. Y lo peor es cuando a través de ciertos comportamientos, parece que algunos que “lo han dejado todo” para seguir a Jesús, intentan hacer pagar a los otros el precio de lo que han abandonado, vengarse de lo que en realidad no han encontrado.

29Vv.47-50. Parábola de la red echada al mar. El Reino es semejante a una red que pesca de todo, lo bueno y lo menos bueno que no se puede evitar que entre también. Sólo se sabrá su contenido “cuando esté llena”, se suba la red y se haga la separación, tirando lo malo y dejando lo bueno. Ver a pescadores separando su pesca era algo común en la vida de los que escuchaban, y de nuevo, Jesús no explica la parábola, pero indica que “así será al final del tiempo”, e insinúa un cumplimiento escatológico. Esta parábola tiene casi los mismos puntos que la de la cizaña con la que se puede relacionar: el juicio es una realidad y vendrá con separación entre buenos y malos, y el mal será extirpado del mundo. Ambas parábolas son un aviso necesario: la importancia de ser un discípulo auténtico de Jesús.

Pero el juicio no pertenece a los discípulos, sino a Dios; de ahí la necesidad de prudencia y sabiduría. Ahora hay que convivir con el mal, pero venciéndolo poco a poco a base de bien, pues nunca tendrá la última palabra. Además, esta parábola alienta a la Iglesia a adoptar una actitud abierta que asume que en la red hay tanto indeseados como deseados, muy diferente de la de los fariseos, que actuaban como porteros y jueces del Reino. La oferta del Reino se hace a todos, y son muchos los que la aceptan, pero la clave está en cómo se vive después. Algunos indeseados llegarán a ser del Reino, y otros, que parecían prometedores, terminarán traicionando a Dios. Estamos a tiempo de pasar de pez malo a pez bueno, apro­vechando el tiempo que se nos concede.

V.51. Un breve diálogo entre Jesús y su audiencia sirve de conclusión y resumen de todo el capítulo y clave de lectura para todas las parábolas. Jesús pregunta: “¿Comprendéis todo esto?”. Contestan que sí, pero no lo comprenden todo, y sólo después de la Resurrección lo harán plenamente. Comprender es esencial para el discípulo, pero para comprender las parábolas se tiene que tener experiencia de estas cosas de la vida que Jesús ha propuesto en las parábolas: semillas, mostaza, levadura, tesoro, mercader, y red; esta experiencia es su tesoro, ya que en ella está el término de comparación para poder entender las cosas del Reino. La falta de experiencia en la vida o la superficialidad sin profundizar en ella, supone no disponer de un arca de donde extraer cosas nuevas y cosas viejas.

domingo 17 1 2V.52. Jesús concluye el discurso de las parábolas con otra pequeña, la del padre de familia que extrae del arca cosas nuevas y antiguas, que representan las dos épocas de la historia de la salvación: la de la promesa y las Escrituras judías (lo viejo), y la del cumplimiento y las enseñanzas de Jesús (lo nuevo). Así, el cristiano debe prepararse estudiando las Escrituras, y conociendo la relación entre las dos Alianzas, poder usar lo viejo y lo nuevo y entender el mensaje del Reino y su aplicación al presente. Lo viejo y lo nuevo son indispensables; Jesús no rechaza ni uno ni otro, sino que se vale de los dos para entender y dar a conocer el Reino, pues él y su proyecto son el cumplimiento de las promesas de la antigua alianza.

Esta parábola y las de las redes llenas de toda clase de peces y la del trigo y la cizaña, hablan de la tentación de creer que lo sabemos todo, siempre dispuestos a dar lecciones a los demás y dispensados de la tarea del discipulado de ir conociendo los secretos del Reino. Parece que tenemos la tendencia innata a mezclar y confundir, más que capacidad de lograr síntesis y armonía entre los verdaderos y falsos valores que coexisten en acciones poco claras; ahí está la selección de los peces y sacar del arca lo nuevo y lo antiguo. Los cristianos a los que se dirige Mateo han de saber también que solo con esta actitud es posible hallar un punto de encuentro para las diversas tendencias que existen dentro de una comunidad compuesta por creyentes de diversa procedencia y mentalidad.

Hay quien quiere tener el tesoro del Evangelio conservando celosamente toda su bisutería, o tiene la pretensión absurda de adquirir sin dejar nada, comprar sin pagar, pertenecer al Reino sin renunciar a la permanencia en territorio enemigo, poner los ojos en la perla de gran valor, pero sin decidirse de verdad a dejar de lado la bisutería, querer atender la palabra del Maestro y dejarse encantar por la voz de los pregoneros de la plaza. Y así, lo nuevo de Jesús queda apagado por lo viejo de nuestras rancias y ancladas costumbres y tradiciones.

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Unas preguntas para profundizar más en esta palabra de Vida:

*¿Has descubierto ese tesoro escondido del amor de Dios en la vida diaria? ¿Te llena de alegría? ¿Qué necesitas vender para conseguirlo? ¿Buscas con sinceridad ese tesoro que Dios te promete? ¿Valoras en realidad a Jesús como tal tesoro?

 *¿Pones alegría en tu vida, de manera que los que se acerquen a ti descubran que has encontrado a Jesús? ¿Qué haces para que los otros sepan descubrir ese tesoro, oculto en ellos mismos?

*¿Te sientes agraciado por la posesión del Reino? ¿Lo demuestras en tu vida? ¿Te liberas con gusto de todo aquello que te impide su posesión perfecta?

¿Cuáles son los tesoros que tienes o te gustaría tener? ¿Venderías todos los demás tesoros y comprarías el de Jesús, como en la parábola? ¿Qué te sobra? ¿Qué deberías hacer?

domingo 17 7Mi compromiso después de escuchar la invitación de Jesús en su Palabra:

*Darnos cuenta de que ganar tesoros es el sueño de muchos, a pesar de que pocos lo consiguen y los sacrificios que cuestan. ¿Qué es si no la incomprensible avaricia que vemos en las grandes fortunas del país, políticos, financieros… que los mueve a saquear las arcas públicas? ¿Qué es si no la ludopatía de quienes gastan parte de su corto jornal en juegos de azar, y al final para perder y no solucionar nada? ¿Qué lleva a aprovecharse de la entrega de otros al juego?

*No creer que el desprendimiento es la finalidad de la experiencia cristiana, la meta es una experiencia de gozo y no de mortificación. El cristiano no es un perdedor, sino un seguidor que no busca la renuncia por sí misma, sino por la preferencia de un auténtico tesoro. No es alguien que pierde algo, sino que ha encontrado lo que vale la pena y por lo que hay que pagar un precio.

domingo 17 4*Descubrir el tesoro que propone el Evangelio: Jesús y su mensaje. Pero la tele, la propaganda y la sociedad en general, proponen otros tesoros que son mucho más fáciles de descubrir y de encontrar; los compramos, usamos, y siempre queremos más. Jesús es un tesoro para siempre, y cuando se encuentra, todos esos otros tesoros pierden valor, dejan de ser importantes e imprescindibles, porque el tesoro que es el Reino nos libera de la búsqueda de otros tesoros que satisfacen demasiado engañosa y fácilmente nuestras vidas.

*Asumir que el campo que esconde el tesoro es nuestra propia vida; no está a flor de tierra, y algunos tardamos años en encontrarlo. Su descubrimiento llega inesperadamente como sucedió al campesino, o después de una larga búsqueda como al comerciante que encontró la perla. El Reino es fruto de una búsqueda y de un encuentro. Descubrirlo da sentido, sabor y luz a todo, incluso a las fatigas, el sufrimiento y la muerte. Quien lo encuentra siente que es lo que buscaba y responde a sus aspiraciones más profundas, por eso queda fascinado y atraído. Entonces puede cambiar de tipo de vida, o seguir haciendo lo de antes, pero ya es otro, ha renacido.

*Discernir cómo anunciar con tu vida y actitudes que Jesús es el sentido de tu existencia: proclamar Buenas Noticias, nunca malas; evitar condenar, eso no convence, no invitar al cumplimiento sino a la libertad,… La alegría de haber encontrado el tesoro del Reino se ve. El cristiano no puede mantener oculta su fe; en cada palabra, en cada gesto, incluso en los más sencillos y cotidianos, se transparenta el amor que Dios nos ha dado a través de Jesús.

Y le respondo al Señor después de rezar con su palabra:

Señor, tú conoces mi pequeñez y mis capacidades, por eso me enseñas con palabras sencillas, en medio de tantas cosas que nos agobian y nos alejan de ti, a descubrir tu Reino, y que su valor no es superado por nada. También me comprometes a llevar a mi vida todo lo que me va descubriendo tu palabra, y me comprometes con mis hermanos, convirtiéndome en mediador para que, así como yo voy aprendiendo de ti, ellos también vayan aprendiendo de lo que yo les comparta. Amén.

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