ORDINARIO 16º A. La tolerancia y la reconciliación, aspectos fundamentales del Reino que Jesús predica.

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Resumen y esquema del texto:

Continuamos en Mt 13 y con otras tres parábolas del Reino, que subrayan que éste no llega repentinamente, sino tras un proceso que implica acogida y aceptación por nuestra parte. Son las parábolas de la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura. El reino de Dios está ya presente en nuestras vidas, y va creciendo, aunque su desarrollo esté obstaculizado por la cizaña, o sea, por la acción de aquellos que se dejan someter por el mal. Al meditar estas parábolas, no que hay que pretender descubrir lo que cada elemento de las historias nos quiere decir sobre el Reino; lo que hay que hacer es mirar el relato en sí mismo como un todo, y tratar de descubrir el punto central en torno al cual la historia fue construida, pues es este interés central lo que servirá para revelar el Reino de Dios.

Las tres tienen la finalidad de corregir las expectativas e impaciencia de tiempos de Jesús y de los primeros cristianos, debido a que el Reino se esperaba que irrumpiera con fuerza, eliminando inmediatamente todo lo que le fuera contrario, e imponiéndose por su propia fuerza y esplendor. Se esperaba que viniera una se­paración y un juicio, en los que los justos verían el Reino, y los pecadores serían aniquilados. Jesús sale al paso de interpretaciones incorrectas de los proyectos divinos, y anuncia el Reino de forma diversa: sin juicio ni condena inminentes; pasa inadvertido y gradualmente, pues su obra conlleva un dinamismo transformador, que poco a poco va cambiando la historia desde dentro, según el proyecto de Dios, y siempre en paralelo a la historia humana.

domingo 16xLa parábola de la cizaña enlaza con la anterior del sembrador por la coincidencia del tema agrícola. Los di­versos terrenos de la primera se reducen a uno, y su fruto ya no se relaciona con la buena/mala disposición, sino con la intervención de un elemento nuevo: el enemigo que siembra semilla mala; es el Maligno al que apuntaba la parábola anterior. La parábola pone de manifiesto que el Reino está ya presente con la germinación de la semilla caída en tierra buena, que está abierto a todos, lo mismo que Dios envía la lluvia y el sol sobre buenos y malos (5,45), de manera que todos tienen la oportunidad de germinar y dar fruto bueno.

Así, el juicio y la separación anunciados en la tradición bíblica tendrán lugar, pero al final, en el momento de la cosecha. El hombre, mero siervo, no tiene autoridad ni capacidad para arrancar la cizaña, y haría muchos desperfectos; y con todo, no puede separar los campos, puesto que hay sólo uno. Además, el mal no se debe al Señor que sembró buena semilla, sino al enemigo, que trata de impedir la buena cosecha. El que obra el mal pertenece al Maligno, y como él, está destinado, si no cambia, a vivir separado de Dios  para siempre. La buena semilla sembrada por el agricultor se convertirá en trigo.

Una división del texto para ayudar a la lectura de quien quiera seguir profundizando:      

Vv.24-26. El trigo y la cizaña crecen juntos. El trasfondo de la parábola es que, por causa de las leyes de pureza, los judíos vivían separados de las demás naciones. Este aislamiento marcó su vida de intolerancia en nombre de Dios: cualquier señal de impureza debía ser extirpada. Pero ya el AT invita a ser misericordiosos, y no jueces, porque el juicio está en manos de Dios, que se comporta con paciencia, amor y misericordia, y es el único capaz de separar sin herir a nadie (primera lectura). La parábola revela la coexistencia del mal y del bien, de justos y pecadores. Los hijos del Reino han de convivir con los del Maligno, configurándose cada vez más a Jesús, transformando el mundo en el día a día, y recordando que todos tenemos algo de cizaña, también en el Reino ya inaugurado.

19Y así hasta la siega, pues la cizaña sólo puede distinguirse perfectamente cuando se han formado espigas y no antes. El Juicio vendrá con seguridad; mientras tanto se impone la paciencia y la espera, pues trigo y cizaña han de crecer y convivir juntos, y será al final de los tiempos que serán separados. La coexistencia de la mala hierba y el trigo representa a veces en parábolas judías la vecindad de las naciones e Israel; también representa a Jesús y la animosidad de sus adversarios. Pero la principal intención de la parábola, sería referirse también a la comunidad cristiana y la aparición del mal en ella. Pero, en ninguno de esos casos hay que adelantar la eliminación de nadie; eso lo hará el juicio de Dios.

Vv.27-28a. El origen de la mezcla de bien y mal en la vida. No es culpa del Señor que plantó buena semilla, sino del adversario enemigo, Satanás o diablo, que personifica todo lo que intenta dividir y desviar desde dentro de la comunidad y de cada persona, pues existe en cada uno de nosotros. El deseo de dominar y poseer, de aprovecharse de la comunidad para prosperar, y tantos otros deseos interesados, son fruto del enemigo que existe en cada uno de nosotros, creando división.  Por eso junto al trigo, también crecerá la cizaña, y se reconocen por el fruto que producen, uno es dulce y el otro es amargo.

Vv.28b-30. La diferente reacción ante esta ambigüedad. Ante la mezcla de bien y mal, los criados quieren arrancar la cizaña, expulsar a los diferentes. Pero no es ésta la decisión del dueño: el Reino debe convivir con el mal de su alrededor; es decir, Dios permite que mal y bien coexistan hasta el final; para Él, la presencia de la cizaña no constituye una sorpresa, y, sobre todo, no es señal de fracaso. Nosotros, a diferencia de Dios, no conocemos el corazón del otro, o adónde lo puede llevar su vida o la probabilidad de su salvación. Lo que va a decidir, no son las apariencias, lo que cada uno habla y dice, sino lo que cada uno vive y hace, el fruto producido por el que Dios nos juzgará (Mt 12,33).

No podemos arrancar la cizaña, que, en un estado temprano, su aspecto se parece al del trigo, haciendo casi imposible diferenciarlos. Conforme las plantas crecen, las raíces de unas y otras se enroscan, haciendo casi imposible separarlas, y cualquier intento de arrancar la cizaña también arrancará el trigo. La separación, sin embargo, es necesaria, porque la cizaña es amarga y tóxica. La solución común es separar los granos después de trillarlos esparciéndolos en una superficie plana y separándolos a mano, pues en este estado son de un color diferente. Jesús nos pide paciencia y fe, que nos guardemos de actuar no sea que causemos más problemas de los que resolvamos, no sea que destruyamos lo bueno con lo malo.

3Vv.31-32: La parábola del grano de mostaza tiene que ver con el cumplimiento mesiánico  del reino de Dios en Jesús, que no llegó con el esplendor esperado, ni la fuerza para derrotar a los romanos. Además, el reino del que Jesús hablaba no sigue los criterios de los grandes del mundo, ni cumplía con los requerimientos para creer en él, como el ungido de Dios. Jesús no explica la historia, vale lo que dice en otra ocasión: “Quien tenga oídos para oír, que oiga”; es decir que toca descubrir lo que el relato revela sobre el Reino presente en nuestras vidas. Se evoca una profecía de Ezequiel: “En el monte alto de Israel lo plantaré, y alzará ramas, y dará fruto, y se hará magnífico cedro; y habitarán debajo de él todas las aves de toda especie; a la sombra de sus ramas habitarán. Y todos los árboles sabrán que yo, el Señor, humillo al árbol elevado y exalto al árbol humillado, hago secar al árbol verde y reverdecer al árbol seco. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré» (Ez 17,22-23).

Pero el Reino no es algo abstracto, ni una idea; es una presencia en medio de nosotros (Lc 17,21); presencia que es como el grano de mostaza: pequeña, humilde, que casi no se ve, pero aun siendo pequeño, crece y suscita esperanza, y así crece el Reino por su fuerza interior. Pequeño como Jesús mismo, al que se puede aplicar la parábola: un insignificante carpintero hablando del Reino a los pobres aldeanos de Galilea, pero grande en el Reino; es tanto el Hijo del hombre como de Dios. Y a partir de él se inició ese reino que seguirá creciendo, y el grupo de personas que lo siguen, tienen acceso a la maravillosa sombra de ese árbol, que es él mismo: “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente” (Sl 91,1).

El grano de mostaza es la imagen del Evangelio, que ha crecido hasta ser difundido en toda la tierra, y también, una figura de la Iglesia que comenzó como grupo pequeño en Palestina, pero con el paso del tiempo llega a extenderse por todo el mundo, y crece, hasta hoy, a través del testimonio de las comunidades y se vuelve buena noticia de Dios que irradia y atrae a la gente. Mateo sugiere que “esas aves” que se cobijarán serían los paganos que van a poder entrar en el Reino (Mt 15,21-28), y en general, la persona que llega cerca de la comunidad, se siente acogida, en casa, y hace en ella su nido, su morada. El grano de mostaza representa también la fe de todo creyente, y el modo de acción de la palabra de Dios en su interior: un efecto apenas perceptible al principio, pero que poco a poco va transformándolo y transfigurando en el mismo Jesús.

18 0V.33. La parábola de la levadura es una de las más breves, y como en las otras, Jesús no la explica; depende de cada uno descubrir su significado. Se habla de una realidad bien casera, del trabajo de la mujer en casa. Como en la de la semilla de mostaza, el tema central es el crecimiento del Reino: a partir de pequeños comienzos, se extendería como la levadura en la harina y la hace crecer. El resultado final es inevitable pues ha comenzado el proceso natural de crecimiento. La levadura tiene algo de podrido que se mezcla con la masa pura de la harina, y no tiene fin en sí misma, pues no es ella la que crece, sino que el objetivo es hacer crecer toda la masa y no sólo una parte. La levadura no se ve, pero si no estuviera ahí, la masa no subiría. Así es la vida cristiana: no se ve, no hace ruido, pero si uno deja que el Evangelio se introduzca en su corazón, lo transformará.

Y aunque la levadura en otras partes del NT, como en el Evangelio de Lucas, representa la influencia del mal, en este contexto hace referencia a la buena noticia que se proclamaría y transformaría a personas en diferentes lugares del mundo. Sin embargo, algunos comentaristas ven la levadura como un reflejo de futuras influencias corruptoras en la Iglesia. La gran cantidad de harina, “tres medidas”, sugiere un evento festivo, ya que el pan producido podría alimentar a cien personas. Fue la cantidad utilizada por Sara para hacer pan cuando ella y Abraham fueron visitados por el Señor (Gn 18). También es la cantidad usada para el pan de la presentación en el Templo.

Vv.34-35. Hablar en parábolas para hacer pensar y cumplir las Escrituras. Tras la parábola del sembrador (13, 10-17), Jesús explica a sus discípulos el motivo de hablar en parábolas a la gente: la persona parte de su experiencia, semilla, sal, luz, oveja,… y lo diario se vuelve revelador de la presencia y de la acción de Dios. Además, sólo por medio de imágenes es posible explicar esos misterios. Jesús no solía explicar las parábolas, para que su sentido quedara abierto y no lo determinaba. Señal de que creía en la capacidad de la gente para descubrir el significado desde su experiencia. A veces, a petición de los discípulos, explicaba el sentido. También aquí, Mateo hace un comentario sobre el objetivo de las parábolas: que se cumpla lo anunciado por los profetas, demostrando, una vez más, que Jesús ha venido a llevar a cumplimiento la Ley y los Profetas.

NO JUZGUES XQ PECA NOCOMO TÚ ICONOVv.36-43. Explicación de detalles de la parábola, pero no de su punto clave: el diálogo entre amo y siervos respecto a la cizaña que crece con el grano. Más que explicación, es una interpretación alegórica, es decir, buscando un sentido simbólico escondido en la presentación de los dos tipos de obras que se realizan en el mundo, a modo de explicación de por qué existe la maldad. El dueño simboliza a Dios, y Jesús siembra buenas semillas, la palabra del Reino, cuyo fruto son los hijos del Reino; los siervos son los fieles. Jesús identifica el campo de cultivo, no con Israel o la Iglesia, sino con el mundo entero, en el cual se lleva a cabo un propósito divino. Jesús es también el juez del mundo, y tiene en su mano, no sólo la siembra sino también la recolección, toda la historia universal.

La cizaña es la maldad infiltrada en el corazón de las personas y hasta en los círculos más íntimos del pueblo de Dios; es capaz de engañar, puede destruir la bondad y su fruto son los hijos del mal. El enemigo es el Diablo actuando desde el momento de la siembra (v.19). “El fin del tiempo”, expresión común en Mateo (13,39.40.49; 24,3; 28,20) hace referencia al juicio final del período anterior a la consumación definitiva del Reino. La siega y el “arrancar” son símil frecuente del juicio final en la tradición judía, como lo son los ángeles del juicio y la espera del Hijo del Hombre. Al final de los tiempos el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, los segadores, (24,31) para la reunión de los elegidos, pero en esta parábola, lo importante es la aniquilación de los malos, que son los que no perseveran en la ley del amor. Como en 7,15-23, los frutos y no las apariencias son, para Mateo, el punto que lo decide todo en el juicio.

Esta explicación cambia el sentido original de la parábola, como pasó con la del sembrador. Mientras que la intención de Jesús era corregir la impaciencia mesiánica de sus contemporáneos, y advierte de que junto a la semilla buena crece la mala, la explicación se dirige a los cristianos tibios para exhortarlos y casi amenazarlos con el juicio de Dios. De todos modos, parábola y explicación forman parte del texto canónico, y, por tanto, las dos han de tenerse en cuenta, porque las dos contienen la palabra de Dios dirigida a nosotros.

Unas preguntas para profundizar más en esta palabra de Vida:

*¿Cómo acoges la Palabra y la pones en práctica? ¿Estás atento y sigues las enseñanzas de Jesús? ¿Cómo manifiestas y hace presente el Reino de Dios en tu vida diaria? ¿Cómo lo anuncias entre quienes te rodean? ¿Alguna vez has sido obstáculo de salvación en tu comunidad?

*¿Cómo podrías interpretar la parábola del trigo y la cizaña en tu propia vida? ¿Eres como ese campo donde hay sembrada semilla buena y cizaña? ¿Entiendes que la cizaña puede estar dentro de ti y que puedes ser tú mismo el generador de hacerla crecer?

*¿Cuál es tu reacción ante el mal que ves en el mundo y en ti mismo, la de los siervos que quieren arrancar la cizaña antes de tiempo, o al dueño que manda esperar hasta la siega? ¿Cómo se manifiesta en tu comunidad la mezcla del trigo y la cizaña?

Mi compromiso después de escuchar la invitación de Jesús en su Palabra:

*Descubrir que todos somos como la semilla de mostaza, pequeña en apariencia, débiles e imperfectos, pero a la vez perfectos, para que las aves del cielo, es decir, quien lo necesite descanse sobre nosotros.​ El Reino de Dios se manifiesta en el silencio, pero necesita de testigos que hagan de levadura y fermento.

*Comprender que el mundo está disponible para los buenos y los malos, está dispuesto para recibirlo todo, y el enemigo es libre de sembrar lo que quiera. Dios nos da la libertad de poder elegir si crecemos como buenas semillas que se convierten en trigo, o malas semillas que se convierten en cizaña; nos ha dado la oportunidad de determinar nuestros destinos.

*Aceptar que la fuerza y el dinamismo del Reino se manifiestan en la Iglesia, que, aun siendo pequeña y llena de contradicciones, es un signo del Reino. Pero no es dueña ni señora del Reino, no puede considerarse totalmente justa. Por eso, en la Iglesia hay también quien obran el mal. Es un mis­terio del Reino, y no hay que escandalizarse porque la cosa sea así. Toda tentativa de re­ducir la Iglesia a un grupo de perfectos es errónea.

*Hacer una opción clara por la justicia del Reino y, al mismo tiempo tener paciencia y aprender a convivir y a dialogar con las contradicciones y con las diferencias. Mientras nos esforzamos por hacer el bien, tengamos paciencia, como Dios la tiene, y sepamos esperar.

*Aprender que la paciencia de Dios nos acepta como somos, y espera paciente nuestra conversión, que es interior, pero se manifiesta en lo exterior. A la vez, seamos respetuosos y pacientes con el proceso de crecimiento de cada persona, dialogando para comprender la situación del otro, sin ser intransigentes, fanáticos, fundamentalistas, imponiendo a los demás nuestro modo de ver y opinar.

Y le respondo al Señor después de rezar con su Palabra:

Señor Jesús, enséñame a descubrir en mi día a día la presencia de tu Reino, y saber distinguir entre el trigo y la cizaña, entre lo bueno y lo malo. Ayúdame Señor, a resistir la cizaña. Que no suceda nunca Señor que yo produzca como fruto la cizaña, acogiendo con mi pasividad la semilla del mal en mi corazón. Gracias, porque voy entendiendo cada vez más que soy parte de tu Reino, que no es algo fuera, sino dentro de mí. Gracias por haber sembrado buena semilla en nuestros corazones y llamarnos a edificar cada día tu Reino en el mundo.

Para ir a las lecturas litúrgicas pincha en la imagen.

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