ORDINARIO 15º A. La palabra de Dios posee la fuerza suficiente para producir el ciento por uno, pero es el terreno el que condiciona el fruto.

Resumen y esquema del texto:

10Mateo organiza su evangelio en torno a cinco discursos de Jesús: discurso del monte (5,1-7,29), de la misión (10,1-42), de las parábolas (13,1-52), eclesial (18,1-35) y escatológico (24,1-25,46). Iniciamos el “Discurso o Sermón de las parábolas” que continuaremos los dos domingos siguientes. Jesús habla en parábolas, de las que Mateo propone siete. Cuatro son propias: el trigo y la cizaña, el tesoro escondido, la perla preciosa; y tres las narran también Marcos y Lucas: el sembrador, el grano de mostaza y la levadura. Hay otras parábolas fuera de este capítulo: el pescador de hombres (4,19), la sal (5,13), la lámpara (5,15), las aves del cielo y los lirios del campo (6,26.28), y la casa construida sobre roca (7,24), que no tienen la temática común del Reino hecho presente en la vida, y la finalidad específica de revelar sus secretos a través de esas imágenes.

Veamos la parábola del sembrador que esparce las semillas en su campo. En Palestina, las pequeñas explotaciones agrícolas tenían en sus lindes piedras y arbustos espinosos, por lo que algunas semillas caerían allí y se perderían. Jesús, con esta parábola, está pensando en el impacto que el anuncio del Reino puede producir en sus oyentes. Pero, sólo el que esté abierto a la Palabra puede ser transformado por ella, de ahí su invitación: “El que tenga oídos que oiga”. El relato no presta atención al sembrador, sino a la semilla, la Palabra que se anuncia, que es la protagonista de la parábola, y no quien la anuncia. Es el anuncio del Reino que debe ser escuchado y puesto en práctica. Tanto Jesús como sus oyentes sabían que ya Yahveh en el AT había comparado la Palabra con la semilla (Is 55,11).

Es en este pasaje donde Mateo, más ha modificado el texto de Marcos que era confuso. En realidad, el relato es el fruto de una larga reflexión sobre el rechazo a Jesús y su mensaje por parte de los judíos. Marcos ve en la parábola la ocasión para presentar con claridad esa acogida/rechazo. Mateo, por su parte, desarrolla esta reflexión poniendo la cita de Isaías y colocando aquí palabras de Jesús que Mc y Lc sitúan en otros lugares. El pasaje debe leerse en el contexto de la sección precedente (Mt 11, 2-12 50), donde se ha mencionado que el reino de Dios sufre violencia y aparece el rechazo a Jesús. Todos están llamados a entender, conocer y poner en práctica las enseñanzas de Jesús, y propone el singular: “el que tenga”, frente al “los que” de Marcos. Para él, la perseverancia es un empeño personal. En realidad, Mateo intenta trazar una línea divisoria entre los que entienden (los discípulos) y los que no entienden (la gente).

Una división del texto para ayudar a la lectura de quien quiera seguir profundizando:

23 0Vv.1-3a. Introducción: Jesús enseña a la gente sentado en un barco. La “casa” es la de Cafarnaún donde vive con sus discípulos. Su salida, que evoca la salida del sembrador, atrae a la gente. Van a orillas del lago, el trasfondo del discurso, lugar que recuerda la llamada de Jesús a sus discípulos (4,18), y representa la frontera entre Israel y el paganismo, un lugar de tránsito hacia ellos. Como en el sermón de la montaña (5,1-2), también en éste, Mateo hace una breve introducción sobre el modo en que Jesús enseña sin pedir permiso al poder religioso: obligado por la cantidad de gente que está en la orilla para escucharlo, debe subir a una barca convertida en cátedra, y se sienta, postura del maestro. Y aunque Jesús no era un intelectual (Jn 7,15), ni tenía estudios superiores, y era simple un desconocido, medio campesino, medio artesano, a la gente le gustaba oírlo. Se dirige a ellos mediante “un hablar”, que es algo distinto de enseñar o anunciar, y lo hace en parábolas.

Vv.3b-8. La parábola del sembrador, propiamente dicha. Jesús se sirve de lo que todos conocían para explicar el misterio del Reino: la difícil vida de los campesinos. En aquel tiempo, no era fácil vivir de la agricultura: el terreno palestino es muy pedregoso, con mucho matorral, poca lluvia y mucho sol, y a menudo, la gente al pasar pisaba lo plantado (12,1). A pesar de todo, cada año, el agricultor sembraba y plantaba, confiando en la semilla y en la generosidad de la naturaleza. Por eso, la gente que entendía de semillas, terreno, lluvia, sol y cosecha, comprendía que una parte de la semilla cae a lo largo del camino, otra entre piedras y espinos, otra parte en tierra buena, donde, según la calidad del terreno, se reproduce treinta, sesenta y hasta cien veces.

V.9. Quien escucha la parábola ha de plantearse qué tiene esto que ver con el Reino de Dios: “El que tenga oídos, que oiga”.

Vv.10-17. Aparte, Jesús explica a los discípulos por qué habla en parábolas. Se habían acercado, lo que expresa la relación íntima con Jesús, a preguntarle por qué habla en parábolas a la multitud, no a ellos, a los que sigue explicando en privado el significado de la parábola.

(Para estos dos apartados nos remitimos a lo ya publicado en Parábolas. El reino de Dios se puede entender desde la vida humana y sus cosas.)

6 0Vv.18-23. Explicación de la parábola. Se habla de un sembrador, no de un campesino, y del gran contraste entre la pérdida de semillas y el abundante fruto. La semilla es el reino de Dios, su plan de felicidad y amor, aun en medio de las limitaciones de nuestra existencia. Es su palabra, la misma vida de Dios, que nos da su propia vida: “las palabras que os he dicho son espíritu y vida” (Jn 6, 63); “no habéis recibido un Espíritu que os haga esclavos, para caer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu que os hace hijos adoptivos y nos permite clamar Abbá, Padre” (Rm 8, 15). La semilla es Jesús sembrado en los corazones y haciendo presente el fruto final de esta iniciativa de Dios sobre sus criaturas: “tanto amó Dios al mundo que le dio a su único Hijo, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

El sembrador es Dios, fuente inagotable de todo bien, que toma la iniciativa y siempre está activo: “Mi Padre nunca descansa; por eso, yo también trabajo siempre” (Jn 5, 17). Dios sale como el sembrador, siempre está saliendo hacia sus criaturas, en especial hacia nosotros. Salió de Sí mismo creando todo, compartiendo su ser y su vida con ellos, y señalando una armonía dentro del conjunto de la creación; a los humanos los destinó a ser nada menos que hijos suyos en el Hijo por su decisión gratuita (Ef 1, 5-6). Salió en el Éxodo para liberar a su pueblo esclavo, y caminó con él por el desierto hasta llegar a la tierra prometida. Y, sobre todo, salió de Sí en su Hijo, que se hizo uno como nosotros, atravesó el desierto de nuestra existencia, realizó la verdadera liberación en su misterio pascual (verdadero éxodo) y nos condujo a la auténtica tierra de salvación y de felicidad, que es Él mismo.

Se nota una diferencia entre la abundancia de detalles con la que viene descrita la siembra y lo conciso la del fruto abundante. A la cantidad de experiencias sin éxito y de desilusión por las pérdidas de semilla (en el camino, en terreno pedregoso, entre espinas) se contrapone la gran cosecha que hace olvidar la experiencia negativa de la pérdida. Además, se aprecia el transcurso del tiempo entre la fase del comienzo de la semilla y la del fin que coincide con el fruto de la cosecha, que es lo que importa. Así, Jesús, el sembrador, siembra la semilla del Reino que hace presente el señorío de Dios sobre el mundo y los hombres; si por momentos el fruto está ausente, hay que esperar al Reino de Dios, al momento en el que se hará la gran cosecha, y traerá el fruto final.

14Esta explicación de la parábola tiene tal fuerza persuasiva que lleva al oyente a confiar en la obra de Jesús que, aunque a veces se vea llena de fracasos y desilusiones, al final tendrá un éxito clamoroso. Y es que el acento e interés de la explicación está en el éxito final de la siembra, la magnífica cosecha que produce la que cae en tierra buena: el Reino crece a pesar de las difi­cultades que encuentra a su paso, y responde a las objeciones e impaciencia de quienes no veían en Jesús los signos de triunfo y fuerza del esperado Mesías. En Palestina, una cosecha del siete por uno era considerada una buena cosecha; este treinta, sesenta o ciento de la parábola, resulta exagerado. Jesús estaría invitando a no desanimarse a pesar del fracaso aparente, pues la llegada del Reino es imparable, y el resultado final será incalculable.

Pero esta explicación de la parábola desplaza un tanto el acento de su objetivo originario que queda al fondo. Para entenderla bien, hay que prescindir de esa explicación (vv.18-23), un añadido posterior que aplica el relato a la frágil situación de la comunidad de Mateo. La parábola, más que del sembrador es la de los distintos terrenos, y su auténtico centro de interés está en cómo es acogida la semilla; es decir, en las diversas actitudes con que se acoge el anuncio del evangelio, y los obstáculos que impiden su crecimiento. Aunque se citan cuatro tipos de terreno, dos son los modelos de oyentes que se confrontan: quien escucha la Palabra y no comprende y quien la escucha y comprende. Mateo, subrayando el contraste entre los que no entienden y los que sí, hace del relato una exhortación, para que la acogida del evangelio no sea ahogada por las dificultades con que se encuentran. La palabra de Dios posee la fuerza suficiente para producir el ciento por uno, pero es el terreno el que condiciona el fruto.

11Unas preguntas para profundizar más en esta palabra de Vida:

*¿Sabes que los peligros señalados por Jesús para la acogida de la Palabra te atañen también a ti: inconstancia frente a las dificultades, negligencia, pereza, ansia por el futuro, preocupaciones cotidianas, no complicarse la vida, falta de generosidad…?

*¿En qué momentos de tu vida cotidiana te encuentras con estos peligros? ¿Cómo reaccionas ante ellos? ¿Qué estás dispuesto a hacer para escuchar, acoger y poner en práctica la Palabra de Jesús?

*¿Te abres totalmente a la acción de Dios para que fructifique en ti al ciento por uno? ¿Qué resistencias pones a tu entrega al Señor?¿Te comprometes con Jesús en un compromiso permanente, con altas y bajas, pero que a pesar de todo te mantienes firme a él?

*¿Qué terreno presenta tu comunidad, qué disponibilidad y comprensión manifiesta ante la escucha de la Palabra? ¿Dónde estás hoy llamado a sembrar la Palabra en tu comunidad, en tu familia, en tus ambientes y en la sociedad en general?

2Mi compromiso después de escuchar la invitación de Jesús en su Palabra:

*Descubrir que, en cada momento de nuestra existencia, Dios, generosa y gratuitamente sigue sembrando en nuestro interior el proyecto de hacernos felices y superarnos, las ganas de superación, la salvación, el destino de ser alabanza de su gloria, los buenos deseos y aspiraciones, las ganas y la fortaleza para caminar en el seguimiento de Jesús, para hacer el bien y perdonar, para ser amados y amar.

*Entender que sólo quienes oyen, acogen e intentan poner en práctica la Palabra, pueden entender y aceptar el regalo de la revelación de los misterios del Reino y de la importancia que la Palabra puede tener en sus vidas. Serán capaces de superar pruebas y anunciar a otros esa Palabra que dará fruto abundante, según las disposiciones de cada persona.

*Aceptar que el crecimiento del Reino no es inmediato y triunfal, como muchos esperan, sino que depende de la libre acogida de la persona y a su cooperación perseverante, capaz de vencer los envites del mal y las inevitables dificultades.

*Comprender que hay una diferencia temporal entre la fase del comienzo de la semilla y la del fin que coincide con el fruto de la cosecha, y un contraste entre la pérdida de las semillas, las experiencias sin éxito y de desilusión, y el fruto abundante de la gran cosecha que hace olvidar la negatividad de esa pérdida.

Y le respondo al Señor después de rezar con su Palabra:

Señor, tu parábola del sembrador nos enseña los caminos de nuestra vida, la dureza y dificultades del vivir cotidiano. Todos somos caminos, pedregales y espinas; pero también tierra fértil y buena. Líbranos de la tentación de anular la fuerza de tu palabra, y ayúdanos a conservar la alegría que el encuentro con tu Palabra engendra en nuestro corazón. Amén

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