ORDINARIO 10º B. Cristo, acosado por la calumnia, responde a ella proclamando su victoria sobre el Maligno.

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Resumen y esquema del texto:

Los textos del décimo domingo nos recuerdan una vez más el proyecto amoroso de Dios y la actitud de rechazo e incomprensión que este proyecto encuentra en el corazón humano. La primera lectura explica el origen del pecado y el mal en el mundo: dar la espalda a ese proyecto de Dios, y así, lo que era bondad y armonía se vuelve hostilidad y sufrimiento. Fiel a este proyecto de Dios, la vida de Jesús fue una lucha continua contra el mal, personificado en Satanás, lo que provocó la admiración y el seguimiento de muchos, pero también la incomprensión de sus familiares y las calumnias de sus adversarios, que ante el bien que realiza, concluyen que está poseído precisamente por el mal, por el mismísimo Satanás.

Él les explica que si fuera Satanás por qué los expulsaría, pues quien está en el mal, no tiene ningún interés en que triunfe el bien. Incluso considera más sensato al diablo, que no lucha contra sí mismo, que a su desatinado acusador. Jesús se proclama como el «más fuerte» que vence y expulsa al «fuerte», al cumplirse en él el primer anuncio de salvación, establece en su persona el Reino de Dios. Con él cambia de signo la historia de la humanidad, que había estado marcada por la victoria primitiva del Maligno (primera lectura).

Se habla de hostilidad, y enfrentamiento entre la mujer y la serpiente, y entre el linaje de ambos, que puede leerse de diversas maneras: como un enfrentamiento que acontece en el interior del corazón humano entre el yo genuino moldeado a imagen y semejanza de Dios y el instinto, simbolizado por la dimensión más animal. Es necesario convencerse de que la presencia del mal en el mundo, por muy cercano que lo sintamos, no es algo irremediable; que siempre haya ocurrido, no significa que tenga que ser siempre así, porque el pecado es vencible.

17Es la esperanza, al estar convencidos, de que el amor y el perdón son más fuertes que el pecado. Adán y Eva perdieron el trato familiar con Dios por el pecado, que, como todo pecado, consistió en no cumplir su voluntad. Pero en ese mismo momento está ya el primer anuncio de salvación: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza, mientras tú le herirás en el talón”. Expulsados del paraíso por desobedecer a Dios, salieron tristes por haber perdido su amistad, pero con la esperanza de un futuro mejor, personificada en el linaje prometido. Es una invitación a no perder nunca la esperanza, pues cuando el hombre y la mujer pecaron, Dios no los abandonó al poder de la muerte, sino que se compadeció de ellos y decidió salvarlos.

Una división del texto para ayudar a la lectura de quien quiera seguir profundizando:

V.20. Jesús regresa del monte a casa, de la cercanía de Dios a la de la humanidad. La multitud sigue necesitándole y se aglomera a su alrededor. Su actividad es extenuante, y encomiable su celo por la causa que se le ha confiado.

V.21. Su familia viene a llevárselo porque se decía que estaba fuera de sí. De nuevo surgen las críticas; ahora provienen de sus propios parientes, a quienes apoyan de buen grado los maestros de la Ley provenientes de Jerusalén, es decir, el centro de la sabiduría israelita. Desde el momento en que uno no está en el puesto que los suyos le han señalado, comienza a preocupar; ya no es él, ha perdido la cabeza. Este breve relato proyecta un rayo de luz, no sobre el estado anímico de Jesús, sino sobre la mentalidad de unos familiares que carecen de sentido para percibir las exigencias absolutas de Dios en Jesús que no comparten porque no comprenden. El relato se convierte así en un aviso contra la pretensión de juzgar las cosas de Dios desde los criterios puramente humanos o desde mezquinas preocupaciones por la fama, la salud o el negocio.

Vv.22-30. Jesús y los maestros de la Ley, que más suspicaces que los familiares, emiten un diagnóstico mucho más fuerte sobre Jesús: es un agente de Satanás. La acusación, aunque inconsistente, era grave, pues estaba castigada con la muerte por lapidación. Jesús se ve obligado a defenderse, y lo hace adoptando el lenguaje de las parábolas, con el que desenmascara la falacia de sus adversarios y desvela una vez más su identidad personal: superior a Satanás, él es el depositario y administrador de las fuerzas divinas, y por él queda Satanás reducido a la impotencia y con él irrumpe ya el reino de Dios entre los hombres.

No se comprende que “los escribas que habían bajado de Jerusalén” ven la compasión de Jesús por la gente, y su poder que obra en favor de los oprimidos, pero, a pesar de todo, le dicen que “está poseído por Beelzebul” y que “por el príncipe de los demonios expulsa los demonios”. Sorprende hasta dónde pueden llegar la ceguera y la maldad humanas, en este caso, de unos letrados. Tienen delante a Jesús, la bondad en persona, el humilde de corazón, y no se enteran. Se supone que ellos son los entendidos y conocen las cosas de Dios para ayudar al pueblo, y resulta que no sólo no lo reconocen, sino que lo acusan de diabólico.

20Jesús no era indudablemente una persona violenta o conflictiva, pero tampoco era una persona cándida o ingenua, sabía llamar a las cosas por su nombre, y decía sí o no, según correspondiera a cada situación. No podía apoyar la inflexibilidad de los dirigentes de Israel que aparecían como celosos guardianes de la ley, mientras que trataban con indiferencia a las víctimas de la enfermedad; justificando todo un sistema de marginación religiosa. Jesús se oponía con hechos y palabras a tal despropósito y por tal motivo, lo juzgaban aliado de Satanás.

Desde esa actitud ejemplar podemos extraer orientaciones para situaciones que afrontamos hoy, pues si las personas son más valiosas que las instituciones y los ordenamientos sociales, no es conveniente promover el cumplimiento de un determinado valor u ordenamiento religioso si ello implica denigrar, menospreciar o injuriar a quienes no quieren cumplir con algo que a nosotros parece tan natural, y puede que no lo sea tanto. El texto viene a decir que la esperanza es posible porque si alguien echa al demonio, elimina el mal, esto quiere decir que es más fuerte que él. Y una vez más invita a reconocer en Jesús al Dios fuerte, que con su poder libera a la persona de la esclavitud del mal y del pecado.

Ha terminado el dominio de Satanás; el príncipe de este mundo está a punto de ser expulsado, y la victoria de Jesús sobre el poder de las tinieblas, que culmina en su muerte y resurrección, demuestra que la luz está ya en el mundo: «Ahora es el juicio del mundo. Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera. Y cuando yo sea levantado de la tierra, todo lo atraeré a mí” (Jn 12,31-32). La victoria sobre el príncipe de este mundo está asegurada (Jn 14,30) y se realizó de una vez para siempre cuando Jesús se entregó libremente a la muerte. Aunque con el mal nos encontramos sin buscarlo, antes nos hemos encontrado con Cristo que lo ha vencido y nos hace fuertes.

V.28. Quien se obstine en verlo endemoniado está tergiversando los hechos, y cayendo en el único pecado imperdonable, el pecado de quien rechaza la verdad, rehusa a la vez toda oferta de perdón y salvación. Cerrarse al arrepentimiento, disfrazando el pecado de virtud, es cerrarse a toda posibilidad de perdón. Quien actúa así es como un enfermo que, en el colmo de su desconfianza, rehusa al médico como a un enemigo, y rechaza como un veneno la medicina que lo podría salvar.

21 (2)Jesús, en vez de abandonar, y con un testimonio insuperable de amor paciente y humilde mansedumbre, sufre ese juicio temerario sobre su persona. Su constancia sin límites lo lleva, incluso, a tratar de tocar sus corazones argumentándoles con parábolas y consideraciones razonables. Al final, advierte que esa cerrazón de corazón, que es rebeldía ante el Espíritu Santo, quedará sin perdón. Ese gran pecado es achacar a Dios todos los males y desgracias que acontecen, sin saber reconocer sus obras de bondad. Y no porque Dios no quiera perdonar, sino por quedarse, el que así lo decide, fuera de su proyecto de salvación, que, para experimentarlo, pide reconocer la liberación realizada por Dios.

Vv.31-35. La verdadera familia de Jesús. Los familiares de Jesús habían manifestado ya sobre él su parecer y su propósito, pero aún no habían recibido de sus labios ninguna respuesta. La reciben ahora ante la visita, quizás con propósito distinto, de su madre y sus más allegados. Las palabras de Jesús no revelan frialdad de sentimientos o desprecio de los vínculos familiares, tan estrechos en Palestina. Revelan más bien las exigencias que lleva consigo la llamada divina, a través de la cual se va constituyendo la nueva y verdadera familia de Jesús. Se trata, en consecuencia, de una exhortación a los allí sentados y, a través de ellos, a la comunidad cristiana de todos los tiempos. La escucha atenta de su palabra y el cumplimiento de la voluntad de Dios serán los rasgos que caractericen siempre al auténtico cristiano.

Es necesario aceptarlo por la fe; frente a los que se obstinan en rechazarlo, que acaban pecando contra el Espíritu Santo, la actitud correcta es la de los que cumpliendo la voluntad de Dios forman en torno a él la nueva familia de los hijos de Dios. Pero lo principal del mensaje del pasaje es que hay razón para la esperanza, ya que afirma de manera contundente la derrota de mal. El reino del mal llega a su fin, es vencido, y el reino de Dios es instaurado por Jesucristo, el enviado por Dios, que convoca a una nueva fraternidad no en torno a la sangre, sino entorno al amor por cumplir la voluntad del Padre que otorga un parentesco con él más estrecho que el de la consanguinidad. La segunda lectura apoya esta oferta de esperanza con la promesa de una casa eterna construida por Dios junto a Él.

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Unas preguntas para profundizar más en esta palabra de Vida:

*¿Qué es lo que te sostiene en la vida? ¿Fundamentas tu fe realmente en Dios, en Jesús?

*¿Eres sincero con Dios en tu oración? ¿Buscas hacer su voluntad?

*¿Caes en la tentación de descalificar a gente honrada que conoces?

*¿Te atreves a juzgar y llamar peligroso a alguien que por decir o hacer la verdad molesta a tus planteamientos y actitudes de vida?

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Mi compromiso después de escuchar la invitación de Jesús en su Palabra:

*Examinar nuestra fe, sabiendo que es dejar de lado nuestras seguridades, y ponernos en las manos de otro. Deseamos tener todo bajo control y no confiamos en que Dios esté pendiente de sus hijos. Alimentemos, pues, nuestra fe. Dejemos de lado nuestras ansias de dominio de las situaciones que vivimos y creamos con todas nuestras fuerzas en Jesús, el Hijo de Dios, que nos ofrece una vida en plenitud. 

*Asumir, con mayor dolor, que tal incomprensión surge con frecuencia en los familiares y amigos más cercanos de aquellos a quienes Dios llama para un servicio especial.

*Considerar también el enfrentamiento entre los valores cristianos y los poderes mundanos que se oponen al proyecto de Dios. En el Evangelio de hoy, el enfrentamiento ocurre entre quienes defienden el viejo orden contrario al reinado de Dios y llegan al cinismo de identificar a Jesús con un aliado de Satanás, sin darse cuenta que ellos mismos lo están siendo, al aliarse con los defensores del orden que victimizaba a las personas.

*Descubrir la nueva familia de Jesús, que ya no se basa en vínculos naturales, sino en la fe en él, en su amor que nos acoge y nos une entre nosotros. Todos aquellos que acogen la palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre ellos.

*Comprender que la nueva familia de Jesús, estamos llamados a continuar su lucha contra el mal expulsando nuestros “demonios” y liberando a los hermanos de los suyos. El Espíritu puede despertar en nosotros el deseo de luchar por algo mejor que lo trivial de cada día; puede darnos la audacia necesaria para iniciar un trabajo interior en nosotros, sabiendo, como anunció el Maestro, la posibilidad de sufrir incomprensión cuando se obraba con toda la buena intención, intentando llevar vida a los hermanos. No nos extrañe, por tanto, si en nuestro caminar aparecen esas contradicciones. Serán indicio de que vamos por buen camino, y un motivo más para creer en el triunfo final del bien y la derrota definitiva del mal.

*Aprender a reconocer nuestros errores, pues es evidente que las personas podríamos aprender de nuestros errores si no estuviéramos tan ocupados negándolos.

Y le respondo al Señor después de rezar con su palabra:

Jesús, tu vida estuvo llena de dificultades, pero fuiste valiente, tuviste paciencia y luchaste para que triunfara la misericordia y el perdón, la bondad y la esperanza. Que tu ejemplo nos ayude y anime a superar las dificultades. Amén.

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